Llore amargamente, en soledad y deseperación sin molestar a nadie, en mi estúpido orgullo, encerrada en mi cuarto, mordiendo almohadas, a puertas cerradas. Llorando horas hasta sobrevenir la falta de aire y un dolor insoportable en el pecho y el estómago. Me retorcí en el suelo por la angustia, la impotencia contra las circuntancias adversas y ante la desolación del sufrimiento descomunal. Entonces me levanté y seguí adelante, porque la vida es un desafío, un aprendizaje y una prueba. lo que no te mata te fortalece. A veces es díficil comprender, pero entiendo que nos toca pasar por situaciones difíciles para fortalecernos y templarnos en el dolor, y si nuestro sufrimiento lo vale, entonces quizá sea para evitar que otros pasen por lo mismo o ser ayuda en actos o palabras de consuelo o solidaridad. A veces puedes ayudar y otras no, y en esos casos, por extraño que parezca cuando el dolor y la amargura te toquen, se trata en parte de una bendición, el fuego que acrisola tu alma y templa tu espíritu. Nadie sabe que puede suceder, pero sabrás que te preparaste bien para la tarea y cuando llegue el momento lo sabrás.
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Hace 5 meses